Me presento
- Cecilia Gadea
- Me llamo Cecilia Gadea, soy casada y tengo 3 bellos hijos. Soy ingeniera, psicóloga y también soy clown. Mi filosofia de vida radica en animar el alma para ser cada día mas feliz y hacer feliz. Soy amante de la música, de los clowns, de la lectura y amo la vida que me regala Dios cada día. Amo a mi familia y a mi Perú
domingo, 24 de julio de 2016
CARGAR EL VENADO
Estaba un hombre a la orilla del camino sentado en una piedra, bajo la sombra de
un frondoso árbol; se le miraba triste y meditando cabizbajo. Casi, casi a punto
de soltar el llanto. Así lo encontró su compadre y amigo de toda la vida, quien
al verlo en semejante situación, le preguntó cuál era el motivo para estar en
una situación tan desesperante.
- Compadre, ¡¡la desconsiderada es mi mujer!! Ella es la culpable de mi
situación. Esta noche la desaparezco; pero que se muere, se muere.
- No diga eso compadre, mejor dígame porque la quiere matar; a lo mejor yo puedo
ayudar a encontrar una mejor solución al problema.
El compadre después de respirar profundo y conseguir la calma, empezó su relato:
Mire compadre, usted sabe que somos muy pobres y en mi humilde rancho la única
forma de acompañar los fréjoles es con un pedazo de carne que consigo en el
monte cuando salgo de cacería.
Me voy con mi escopeta, paso varios días de penalidades, arriesgándome con los
peligros del monte, esquivando víboras y animales salvajes, soportar la terrible
comezón que me producen las garrapatas, los piquetes de mosquitos, aguantar el
frío de las noches que se mete hasta los huesos
Luego, por fin, si la suerte me socorre, logro cazar un venado; pero aun así,
tengo que cargarlo a mis espaldas todo el largo camino de regreso al pueblo y
subir la cuesta de la loma hasta llegar a mi casa. Todavía no termino de llegar,
cuando aparece mi señora con el cuchillo en la mano e inmediatamente empieza a
repartir el venado entre los vecinos y sus familiares. Que una pierna pa' doña
Juana, que otra para doña Cleo, que este lomito pa' mi mamá, que las costillitas
pa' mi hermana, que esto pa'ca que esto pa' llá y a los dos o tres días de nuevo
sin nada que comer el tonto, otra vez de cacería.
Pero ya me cansé y esta noche la desaparezco.
El compadre después de meditar un momento, le dio la solución: Invite a su mujer
a cargar el venado. -¡¿Qué?!
- Sí llévese a la comadre de cacería, no le diga las penurias que pasa para
llevar el venado a casa. No le hable de los caminos empedrados, ni los
mosquitos, ni los peligros, ni del frío. Invítela a la cacería para que
disfruten juntos de los bellos paisajes, del esplendor de las estrellas que
cobijan la noche, de los manantiales cristalinos que reflejarían románticamente
sus imágenes, de la graciosa manera en que caminan los venados, como si fueran
bailarines de ballet; del dulce canto de los grillos y pájaros silvestres ... en
fin, píntele bonita la cosa.
El compadre siguió el consejo y por supuesto la convenció.
Ella, entusiasmada fue con falda larga hasta el tobillo, que poco a poco se le
desgarraba con las púas en el camino; la blusa le quedó toda dañada, los zapatos
se le rompieron por las piedras y las espinas la hicieron sangrar. El cabello se
le maltrató: le quedó tieso como estropajo. Se le pegaron por todas partes
garrapatas y bichos. Las manos llenas de ampollas y llagas que se le hicieron al
abrirse paso entre el espeso monte y estuvo a punto de sufrir un infarto al
toparse con una enorme víbora.
Por fin, después de tantos martirios encontraron un venado. El hombre sigiloso
se acercó a su presa, localizó el blanco justo para liquidar al escurridizo
animal; con agilidad pasmosa disparó y el venado cayó muerto. La mujer no cabía
de júbilo pensando en que su sufrimiento había terminado, pero no era así.
- Ahora mi amor, quiero que cargues el venado para que veas lo bonito que se
siente, le dijo el hombre masticando con una expresión rabiosa cada una de sus
palabras.
La mujer casi se desmaya ante la mirada asesina de su marido, pero ante la
desesperación por regresar a sus casa, ni para protestar tuvo alientos. Cargó el
venado en su espalda hasta su casa, casi muerta con las piernas temblando,
jadeando y a punto de reventársele el corazón; al llegar tiró el animal en la
sala de su casa.
Sus hijos y vecinos salieron a recibir a la pareja de cazadores y acostumbrados
a la repartición, gritaron con alegría:
- ¡¡¡ Vamos a repartir el venado!!!
La mujer tirada en el piso, hizo un esfuerzo sobrehumano para levantar la cabeza
y con los ojos inyectados de sangre, volteó a los vecinos y agarrando aire hasta
por las orejas, les gritó:
- ¡¡¡ El que me toque ese venado, lo mato!!!
REFLEXIÓN
Para valorar el esfuerzo ajeno y respetar la real dimensión del trabajo de los
demás, todos debemos aprender a "cargar el venado".
Muchos tienen riquezas, empresas y comodidades porque durante años cargaron
muchos venados para llegar donde están ahora...
Y muchos otros, como la comadre del cuento, siempre esperan cual hienas a que
llegue el familiar, el vecino, el amigo, el conocido o hasta el desconocido con
el venado a cuestas para caerle y desgarrarlo, sin importar el esfuerzo que les
ha costado conseguirlo.
La experiencia adquirida con el paso de los años nos ha enseñado. Que sólo se
valora aquello que se ha adquirido, como resultado de nuestro arduo trabajo, que
sólo cuidamos aquello que nos ha costado esfuerzo, sudor sacrificio y hasta
lágrimas.
¡Pásalo a tus hijos y amigos ...Saludos.
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